Sesión de retrato, Burgos, 2019.
Los ojo de Raluca me llamaban especialmente la atención. Rasgados, expresivos. Tiene una delicadeza en sus movimientos un tanto adictiva. Sabía cómo interpretar aquello que yo tenía en mente. Dulce y cercana. De esas personas que te llevarías a tu casa. Con la que hablar mil horas. Pero después de la sesión se marchó y sentí pena de no tener a alguien como ella un poco más cerca en mi vida.
Habría fotografiado a Raluca el día entero pero una mañana fue suficiente para enamorarme de ella.







